Farellones sin nieve

Paseos en familia por un fin de semana.

El finde pasado hicimos un experimento y partimos a Farellones sin nieve por una noche.

No había muchas expectativas pero anduvo super! Pedimos un refugio prestado, mediqué a los niños (sí, antes que me juzguen, somos de los que nos mareamos hasta en las escaleras mecánicas y no puedo atender enfermos cuando voy yo peor que ellos) y partimos montaña arriba. Fuimos con la agenda en blanco, rico picnic y ropa abrigada.

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Qué llevar:

Pañuelos y bálsamo para los labios. La altura se siente…

Esta vez no fuimos a La Parva, que tiene un andarivel que llega a pasos de la laguna Piuquenes porque lo hicimos hace poco (pero paso el dato, es lindísimo. Acá está el link). La primera parada fue en una loma cualquiera. Ahí hicimos lo que la tradición manda: caminar sin dirección volteando rocas en busca de arañas, concurso de piedras lindas (acá algunas fotos) y mirar las vistas. Recordé que esa tierra rojiza que pisábamos era greda en el invierno cuando se moja. Así que la siguiente entretención fue recolectar terrones y buscar un estero donde transformarlos en greda de verdad (acá están las fotos).

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Fauna nativa

No logramos fotos lindas de arañas pero sí de estos chinchemolles, nada de chicos. A los niños les encantan.

El resto del finde siguió más o menos así, con picnic calientes por aquí y por allá (gracias a la cocinilla araña que nos acompaña siempre, aquí la descripción), un par de cafés (hay locales abiertos en Farellones!) y muchos juegos de mesa cuando oscurece.

El domingo cerramos con una visita a Valle Nevado, caminamos por una cancha subiendo uno de los cerros. La verdad se pierde un poco la emoción entre tanto brasilero posando pero la vista al llegar arriba al Plomo y al Bismarck es para enmudecer. Volvimos a Farellones con calma, parando a revisar estalactitas, acechamos a un cóndor y nos subimos felices al auto medio congelados de vuelta a Santiago.

La secuencia del acecho: “¡Miren! ¡Un caballo muerto!” Y luego “¡Un cóndor sentado en una roca!” El pobre recién terminaba de comer y no se quería mover, vigilando además las sobras de su comida. Nos aprovechamos de la situación para acercarnos “silenciosamente” (difícil con tres niños preguntones), el cóndor ya sin paciencia batió una sola vez sus alas y emprendió vuelo. Por un instante hubo silencio, sólo escuchamos el silbido de sus plumas al viento.


*Todas las fotos son en Farellones y Valle Nevado, RM, Chile. ©elciervovolante.